La movilización en defensa de las universidades públicas fue masiva en todo el país
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

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Milei se topó con la plaza del NO

Cientos de miles de argentinos reafirmaron la convicción de lo que significa la Universidad Pública como espacio de encuentro y convivencia democrática, artífice del ascenso social
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24 de abril de 2024 a las 14:16

Antes de la campaña presidencial Javier Milei no tenía partido, militancia, legisladores ni construcción a nivel nacional. Tenía, sí, un conocimiento construido en las redes, en los programas de televisión y en las charlas que venía haciendo en todo el país difundiendo sus ideas libertarias y su visión del país. En ese camino, Milei se cruzó con una consultora audaz, que medía el humor social y que tenía una idea de país muy parecida a la suya. Habían recibido el rechazo de dirigentes del PRO, de divulgadores científicos del radicalismo y de economistas de think tanks. Pero el encuentro de Milei con este grupo que se había formado con el estratega Jaime Durán Barba mostró una sintonía absoluta: la consultora interpretaba como nadie su propio pensamiento. 

El resultado de esa sociedad fue nada menos que el triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales con el 56% de los votos en el balotaje. A partir de esta génesis se entiende que es imposible leer esta experiencia con los anteojos de la vieja política de comités, unidades básicas y centro de estudiantes. 

Con la llegada al poder de Milei, sus expertos en comunicación se encontraron con un nuevo desafío, hasta ese momento desconocido: la posibilidad de que pudiese gobernar. Se basaron entonces en un par de premisas: la casta es un ente maléfico formado por hombres y mujeres privilegiados que resisten entregar sus coronitas para beneficiar al país en momentos de crisis. En esa bolsa de gatos entra todo: sindicalistas, gobernadores, diputados, senadores, periodistas, empresarios, lo que sea necesario en el momento para dirigir los misiles contra blancos identificados como actores desprestigiados de los cuales la sociedad argentina está harta. La lógica de este Presidente de probeta y el minúsculo grupo de asesores es clara: imponerse como marca libertaria anarcocapitalista, identificar una herramienta, llevar a cabo los recortes en un Estado que no es otra cosa que una sociedad ilícita criminal. La motosierra, el Viva La Libertad Carajo, los gritos, los tonos, el combate a la mediocridad de la vieja política que imperó las últimas décadas harían el resto. ¿Objetivos?: déficit cero y bajar la inflación mientras se construye una alianza con Estados Unidos e Israel. Se corta todo. Solo queda abierta la ventanilla de Capital Humano, no sea cosa que la calle le reviente en la cara. 

Pero la calle reventó igual. A los expertos en marketing político se les escapó un tema clave: en la Argentina hay cosas con las que no se jode. Lo supimos en 2017, cuando una multitud tan apabullante como la de ayer se movilizó en contra del fallo de la Corte que habilitaba la aplicación del 2x1 a condenados por delitos de lesa humanidad, forzando una marcha atrás del tribunal superior. Y lo volvimos a sentir ayer: la educación pública de calidad y federal es una de las pocas que sobrevivió la grieta.

Envalentonado, el minúsculo grupo de Milei y el propio presidente quisieron aplicar contra las universidades nacionales la misma lógica que creía que le había dado resultado en el recorte de otras áreas del Estado. Télam, INADI, INCAA. ¿El modus operandi? El de siempre. Identificar un enemigo que le “cueste” al Estado. Desprestigiarlo. Demonizarlo. Y una vez construido el nuevo relato, pasar la motosierra sin costo político. Porque la sociedad no está dispuesta a pagar con sus impuestos el tren de vida de militantes rentados, vagos, corruptos. 

Pero esta vez los chicos de las encuestas y los Excel se equivocaron. Milei buscó roña en la gestión del vicerrector Emiliano Yacobitti. Cuestionó los gastos de la UBA y la falta de auditorías. Como el negocio de las fotocopiadoras de Franja Morada sonaba arcaico, apuntó a una nueva campaña que incluía adoctrinamiento. Que gran parte de su gabinete liberal haya sido "adoctrinado" en los claustros de la Universidad Pública era una anécdota. Desde el padre del DNU Federico Sturzenegger hasta su vice Victoria Villarruel, comoda en sus ropas de derecha aliada con las viejas lógicas de las fuerzas armadas. 

No pudo. No pudo. No pudo. Y la derrota de la estrategia marketinera se dio de bruces contra la férrea convicción de gran parte de los argentinos acerca de lo que significa la Universidad Pública como espacio de encuentro y convivencia democrática, artífice del ascenso social, caja de resonancia de todas las ideologías. Excelencia, talento, orgullo. Una construcción histórica a base de pilares mucho más importantes que negociados o cajas de un partido político. 

Milei creyó que apuntar contra “la mafia de Franja Morada” era soplar y derribar un castillo de naipes. No esperó semejante respuesta. Cuando el rector de la UBA salió a decir que si no llegaba la plata la universidad iba a tener que cerrar, el repudio fue generalizado. Las imágenes de la universidad a oscuras porque tenían que administrar el aumento del 577% de aumento interanual de la luz fue intolerable. La sociedad argentina no estaba dispuesta a bajar una de sus banderas históricas y a renunciar a uno de sus pocos emblemas de los cuales sentirse orgulloso aun teniendo que revisar cuestiones de funcionamiento. 

Milei perdió porque no la vio, así de simple. Tantos focus group, tantas encuestas, lo cebaron al punto tal de tornarlo sordo y ciego frente a una realidad que se le servía en bandeja. Había tenido una muestra gratis cuando el diputado por La Libertad Avanza Bertie Benegas Lynch se declaró a favor de eliminar la obligatoriedad de la educación pública cuando dijo “no hay que endiosar al Estado ni se puede meter en todo. Si un padre necesita que su hijo vaya al taller y no quiere mandarlo a la escuela es su decisión”. Le saltaron a la yugular desde la izquierda, el radicalismo y los propios libertarios hasta la ministra de Capital Humano. Fue tal el escándalo que el Presidente dijo que se trató de una frase desafortunada. Desde la polémica absurda de la venta de órganos no había tenido lugar un papelón de semejante dimensiones. La sociedad en su conjunto se negó siquiera a debatir seriamente la posibilidad de que esta conquista sea levemente cuestionada. 

¿Qué creía Milei que iba a pasar con su embestida contra la universidad pública? En estos días twitteó, acusó al kirchnerismo de promover la movilización histórica y acusó de destituyentes a los hijos de la universidad pública. Javier puede seguir pataleando, jugando a que ganó y tratando de incluir a los estudiantes y profesores dentro de la casta que se inventó como enemigo. Nada de esto tiene sentido, la plaza de la educación pública fue un punto de inflexión. Carteles artesanales contando historias de superación en esas aulas decían otra cosa: el rey está desnudo, se va a tener que empezar a vestir con las ropas de la sensibilidad social que tan incómoda le quedan. 

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