Ricardo Peirano

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Rafael Nadal, atrapado por la grieta política

La tendencia mundial de descalificar a quien piensa distinto en lugar de entablar un diálogo para dirimir las diferencias
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17 de junio de 2018 a las 05:00
Rafael Nadal es, probablemente, uno de los cinco mejores tenistas de todos los tiempos. Es también uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos, si no el mejor. Es un reconocido profesional dentro y fuera de la cancha. Es un verdadero caballero del deporte y su comportamiento lo avala por completo.

El pasado 10 de junio ganó por undécima vez el codiciado trofeo de Roland Garros. Pero, como ciudadano español, después del cambio de gobierno en España, dijo la simple frase: "A mí me gustaría volver a votar". Y esa simple frase, apenas una aspiración, puso en marcha el movimiento de los fautores de la grieta política que no permiten que nadie se exprese con libertad sobre los temas de su incumbencia como le pasa a cualquier ciudadano español, en este caso sobre los problemas de su país.

En efecto, el diputado de Podemos, Isidro López cargó contra el tenista español y le arrojó un tuit donde dice: "Nadal quiere elecciones. A mi sin embargo me gustaría que dejase de practicar un tenis soporífero, defensivo, hipermusculado y pasabolas". López no opina sobre si las elecciones son o no convenientes, cosa que sería lógica.

La arremete contra el tipo de tenis que practica Nadal. No sabemos cuanto sabe de tenis el señor López, pero parece que no mucho si califica a Nadal, que tiene 17 Grand Slams sobre sus espaldas, de un simple y defensivo "pasabolas".

Pues en el tenis de eso se trata. De pasar bolas mejor que el rival y lograr ser el último que pasa la bola por encima de la red. Eso es lo que han hecho en la última década Roger Federer y Rafael Nadal aunque al diputado López no le guste. Federer con mayor facilidad innata, Nadal con mucho trabajo y fortaleza de carácter. Quizá ambas cosas le molestan al diputado López: el talento y el trabajo. Algo que su partido no practica, y por lo cual prefiere hablar del tenis en lugar de dialogar sobre una democracia y un respeto a la opinión ajena y distinta que ya no se practica.

Nadal, como es lógico en un ciudadano libre, no dio mayor trascendencia a la crítica de López. Solo señaló a requerimiento de la prensa: "Mi declaración fue muy respetuosa. Ni exigí elecciones ni dije nada de todo eso. Simplemente, han pasado tantas cosas en estos últimos dos años en España que me gustaría volver a votar, pero no lo digo después de la moción de censura, lo digo antes. Han ocurrido tantísimas cosas que sería bueno que el pueblo pudiera decidir su futuro.

Al final, yo soy un ciudadano español más, pero lo que digo sale en los medios de comunicación. ¿Que me lo puedo evitar y quedar como alguien que no tiene implicación? También, pero no me gusta. Soy un ciudadano más, que vive y se preocupa por su país. Y desde el respeto intento dar siempre mi opinión. Cuando dije eso lo hice con la máxima humildad y con el máximo respeto".

Humildad y respeto son palabras que se usan muy poco en la política de la grieta que se extiende en nuestras sociedades. En España y fuera de España. Hoy por hoy parece que no son necesarias. Más bien es preciso hacer lo contrario: ser soberbio y no respetar a quien piensa distinto. Más bien, a quien piensa distinto hay que descalificarlo, en lugar de refutar en forma racional a sus opiniones. Y si no podemos refutar sus opiniones (difícil descalificar a alguien que dice "a mi me gustaría volver a votar", pues solo a la policía del pensamiento único no le gusta votar) entonces descalifiquemos al gran tenista llamándolo "pasabolas".

Por suerte a Nadal no le preocupa que le llamen "pasabolas". Más bien, lo ve como un elogio. Pero a quienes valoramos el respeto que debe prevalecer en una sociedad democrática (y a quienes además nos gusta el buen tenis), nos parece un despropósito el exabrupto del diputado de Podemos. Quizá estaba demasiado preocupado con la caída de su partido en la intención de voto o quizá estaba tratando de hacer contención de daños con el escándalo que generó el líder de su partido al comprarse una lujosa casa de verano en contra de todos los principios que había sostenido anteriormente sobre austeridad de los políticos.

Pero más allá de ello, lo grave es la tendencia mundial de usar el argumento ad hominen para descalificar a quien piensa distinto en lugar de entablar un diálogo racional para dirimir las lógicas y naturales diferencias de criterio sobre los temas que nos afectan.

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