Los japoneses, tenaces como pocos, sueñan con ser algún día campeones del mundo en fútbol, antes que termine el siglo XXI. Y como son gente que hizo de la paciencia una virtud, quizá puedan conseguirlo. Muchos años atrás, allá por mediados de la década de 1980, en una ciudad del Medio Oeste estadounidense, fui el entrenador de un equipo de fútbol integrado por adolescentes, el que jugaba en una liga competitiva, en la cual la calidad de juego era muy buena, sobre todo por la entrega física que tenían los muchachos.
Casi todos los equipos seguían un patrón de fútbol estilo inglés, con mucha fuerza física, pases largos, y permanentes centros al área para buscar a un cabeceador alto y fornido al que resultaba difícil marcar.
Varios de los jugadores en mi equipo eran ítalo-estadounidenses y sus padres eran fanáticos, incluso poniéndole presión al entrenador, a mí, para que no se perdieran partidos contra otros equipos que eran detestados.
En otra ocasión contaré la historia con más detalles, pues recuerdo con mucho afecto a todos esos muchachos que hoy son hombres y que se tomaban muy en serio el fútbol. Una vez, no recuerdo bien cómo, apareció en los entrenamientos un muchacho japonés, cuyos padres radicaban en la Unión Americana por razones laborales. Era veloz y tenía una patada tremenda.
La faltaba control de la pelota, pero me di cuenta que con todos los otros atributos podría paliar sus carencias. En el equipo, sobre todo a nivel de padres, la presencia del nipón no fue vista con buenos ojos, pues todos argumentaban que "los japoneses no saben jugar al fútbol".
Apenas lo vi desplazarse le tuve una fe enorme al japonesito y este no me defraudó. Se cansó de hacer goles y de dar pases de gol luego de robar balones, pues la velocidad que tenía era impresionante. Me acuerdo de él con frecuencia pues su ética de trabajo y su respeto hacia los superiores eran admirables.
País admirable en muchos aspectos, Japón se toma en serio las cosas. Hace 30 años la gente se reía de su fútbol, hoy lo ven con admiración, principalmente por los progresos logrados, los cuales, contra todo pronóstico, los convierten en poderoso rival de cualquier selección poderosa sin importar la categoría.
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