Ricardo Peirano

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Otro 1° de Mayo, la misma sinfonía

El único tema nuevo fue el de la inseguridad, pero enseguida se encontró un chivo expiatorio fácil de usar para endilgársela
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06 de mayo de 2018 a las 05:00
Richard Read, el dirigente de la FOEB que siempre muestra ideas originales en el campo de trabajo, de las relaciones sindicales y de la educación, despegándose de la doctrina oficial, dijo después del acto del 1º de Mayo: "No sé si hay muchos trabajadores que se sienten identificados con la oratoria de ayer, creo que no". Y luego señaló que le pareció que el acto estuvo "dentro de lo previsto", que "fue un acto más en el que no hubo grandes destaques". Y echó de menos que se pusiera poco énfasis en los problemas del empleo. Supongo que se refería a los actuales –suba de la tasa de desocupación, pérdida neta de 38 mil puestos de trabajo en dos años, retracción en la búsqueda de empleo, etcétera– y a los futuros –cambio de las capacidades necesarias para ingresar en el mercado de trabajo debido a la automatización, necesidad de prepararse para empleos que hoy no existen, necesidad de olvidarse del "Uruguay de las chimeneas"–. Podría también haber recordado su célebre discurso sobre la cultura del trabajo, que no cayó bien en filas sindicales y ello hubiera sido muy pertinente cuando se notan flaquezas, aumenta el ausentismo y la ética del trabajo se va deteriorando urbi et orbi.

El único tema nuevo fue el de la inseguridad, pero enseguida se encontró un chivo expiatorio fácil de usar para endilgársela: el empresario que decide trabajar en horas nocturnas, lo que agrava la seguridad de los empleados. Pero todos los demás temas desde el imperialismo yanqui hasta críticas a la política económica de gobierno –demasiado austera para quienes piensan que es posible seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro con más impuestos– pasando por la negación de la realidad actual con un empleo de baja calidad y con pérdida de puestos de trabajo, que "duelen" a la central sindical y a los miembros del gobierno, pero que no "duelen tanto" como pensar en qué política puede revertir ese desgraciado fenómeno. Cualquier gobierno y sindicato atento estaría más que preocupado por ver semejante destrucción de empleo con la economía en crecimiento. Pero hasta el momento, nadie ha ido a fondo en el tema y se suele soslayar de la discusión pública. Salvo claro por Richard Read, que hace unos 15 días en una charla más que interesante con el economista Gabriel Oddone, en el Sindicato de la Bebida, puso el dedo en la llaga: "¿Para qué quiero un excelente salario si después no tengo laburo?". Y, cuidado, no se interprete que aquí se plantea una oposición entre empleo y salario. Nada más lejos de eso. Lo deseable es que ambos suban pero ello no se consigue ni por arte de magia ni por negociación colectiva. Solo se obtiene cuando crece la inversión privada y cuando mejora la productividad de los factores, cosa que no está ocurriendo hoy en Uruguay.

En el fondo, la central sindical y los responsables de las políticas laborales del país siguen hablando de las relaciones laborales, como si aún viviéramos en los siglo XVIII y XIX, donde predominaba una realidad de neto corte industrial. Y se niegan a mirar esas relaciones desde la óptica de la sociedad del conocimiento, totalmente distinta a la sociedad industrial. Por lo pronto, parecen ignorar la revolución tecnológica que estamos experimentando y que afecta a todos los sectores casi sin distinción, con una profunda disrupción de los modos y formas de comprar, vender, producir, llegar a los consumidores y participar en los asuntos públicos. Y quien quiera atisbar un poco el futuro, puede ver el prodigioso desarrollo de Amazon en el campo del comercio electrónico y también del físico.

Por tanto, evaluar la realidad del trabajo hoy bajo la óptica de la lucha de clases y la de una sociedad industrial es algo, no solo injusto, sino antediluviano. Cada vez hay más autonomía para definir tiempos de trabajo y de ocio, de trabajo presencial y virtual, y cada vez es menor la dependencia de un jefe y hasta de una organización central. Y cada vez más la gente quiere horarios flexibles, con concentración de horas a cambio de más días libres.

Resistirse al cambio es poner una lápida al desarrollo del país. Es hora de dejar de buscar permanentemente un culpable de mis problemas y enfocarse, en cambio, en las enormes oportunidades que se abren a nuestro alrededor, si asumimos nuestra responsabilidad.

En eso, creo que los futuros actos del Día de los Trabajadores deberían ser, quizá, más demandantes de la madre de todas las reformas: la reforma educativa. Ahí, y no en otro lado, está la llave para un futuro con más empleo y más salario. El resto es mendigar un pescado, cuando lo que necesitamos es aprender a pescar. Ello no se le puede negar a nadie y menos a quienes tienen menos recursos.

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