Ángel Ruocco

Ángel Ruocco

La Fonda del Ángel

Mojito en la Bodeguita, daiquiri en el Floridita

El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EE.UU. servirá de rescate culinario a los exquisitos platos de la isla
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21 de agosto de 2015 a las 00:00

Después de más de medio siglo sin relaciones diplomáticas, Cuba y Estados Unidos, dos países con una larga historia de fuertes confrontaciones pero también de estrechos vínculos de variado tipo, entre ellos los turísticos, volvieron a izar sus propias banderas, respectivamente en Washington y en La Habana.

Y pronto los transbordadores cargados con turistas estadounidenses comenzarán a atravesar el estrecho de la Florida desde Miami a La Habana. Esos turistas seguramente seguirán el consejo de su compatriota Ernest Hemingway e irán a tomarse “el mojito en La Bodeguita y el daiquirí en El Floridita”.

Comienza entonces una nueva etapa en las relaciones entre los dos países, aunque con no pocos contenciosos por resolver.

Así lo admitieron, diplomáticamente, claro está, el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, y el Secretario de Estado John Kerry, en una conferencia de prensa realizada en el emblemático Hotel Nacional de la Habana, hermoso edificio con toques moriscos que fuera propiedad de la Cosa Nostra estadounidense en la época de Batista y hermano mayor, arquitectónicamente hablando, del Hotel Argentino de Piriápolis.

Pero de lo que no caben dudas es de que habrá un gran flujo de turistas estadounidenses hacia Cuba y para ello ya se están preparando los cubanos con la construcción de nuevos hoteles y la ampliación de la oferta gastronómica, no sólo en los establecimientos estatales y algunos de antigua tradición sino también en las nuevas casas de comidas del ámbito privado conocidas como “Paladares”.

Por lo pronto, dos catedrales habaneras del buen beber (y comer) en este caso con un ron de larga y justificada fama, La Bodeguita del Medio y su renombrado mojito y El Floridita, cuna del daiquiri, tragos preferidos de Hemingway, están ya a la orden y serán una especie de La Meca turística.

Los cubanos esperan con gran expectativa esta pacífica invasión a la isla mayor del Caribe, ese “largo lagarto verde con ojos de piedra y agua”, como la definía Nicolás Guillén.

Seguramente la oferta gastronómica será un gran atractivo, junto al de las playas de blanquísimas arenas y mar color turquesa, entre ellas la famosa Varadero, sin olvidarse de la seducción de la música popular en un país que creó nada menos que el danzón y la habanera (dos de los progenitores del tango), el son, la conga, la rumba, el bolero, el mambo y el cha cha chá (¡y Tropicana!).

Para tentar a los turistas amantes de la buena mesa cuenta Cuba con las delicias de una cocina de estirpe hispano-caribeña con toques africanos cuya tradición se ve apuntalada por productos locales de calidad.

Dulces frutas tropicales de exótico sabor para nosotros como el mango y la fruta bomba (nombre pudoroso que los cubanos dan a la papaya), la piña (ananá), la chirimoya, el anón y el mamey, amén de los cítricos; buenos productos lácteos (los helados de “Copelia” de bien ganado prestigio y excelentes yogures) y apetitosos peces y mariscos del “Mar de las Antillas, que también Caribe llaman”, como decía Guillén, son un imán para quien se precie de ser un gourmet.

No se pueden dejar de probar las notables langostas del Golfo de México (de las mejores del mundo), los camarones, pescados de gustosísima carne –la cherna y el pez espada en particular- y los ostiones, especie de ostras de buen tamaño y rico sabor.

Agreguémosle, el omnipresente arroz, raíces comestibles como la yuca (mandioca), el boniato, la malanga y el ñame, así como el maíz, las carnes de cerdo y pollo y los frijoles, ingredientes fundamentales para platos símbolo de la cocina cubana, por ejemplo el congrí (nombre de origen haitiano para un guiso de arroz, cebolla, ají y ajo, orégano y comino con frijoles colorados y pulpa de puerco –cerdo- y panceta o tocino) y Moros y cristianos (otro guiso de arroz pero con frijoles negros y chicharrones de cerdo). Amén de guisos con quimbobó (vegetal de origen africano) también conocido como bahmia, usado en la cocina caribeña y de Nueva Orleáns y en la sefardí y árabe.

En Cuba es ineludible comer platos sencillos pero ricos como los tostones (rodajas aplastadas de plátano verde) y boniatos fritos y una yuca con mojo, así como un tasajo aporreado, con carne seca y salada a la que nosotros llamamos charque, plato que en los cubanos no muy jóvenes remueve el recuerdo de un añorado “tasajo de Montevideo” que se exportaba a Cuba desde la época colonial y que motivó un intenso intercambio comercial y cultural entre dos ciudades, nuestra capital y La Habana.

Por algo decimos boniato (voz caribe) como los cubanos y no batata como los argentinos y por algo nuestras comparsas de carnaval tienen muchos puntos comunes con las cubanas y los primeros tangos se parecen tanto a los danzones.

Desde Montevideo salían tasajo y cueros y desde La Habana venían azúcar y aguardiente de caña. Los veteranos también recordamos que cuando todavía no imperaba el whisky en los bares montevideanos y pedíamos una caña, el mozo, para hacerse el fino, con voz alta le pedía al del mostrador “¡una de La Habana!”.

En cuanto a los postres, como no podía ser de otra manera en un país azucarero, son dulcísimos. Las tortas, a las que los cubanos llaman cakes –por lo que los turistas estadounidenses no tendrán dificultades idiomáticas para pedirlas-, son parecidas a las nuestras, pero sin dulce de leche, y junto a las panetelas, las mermeladas y las frutas confitadas son manjares para los dulceros. Pero lo mejor está sin duda en los casquitos de guayaba con queso crema, el boniatillo con naranja y los helados.

Y para culminar una buena comida cubana un aromático café de las sierras de Oriente, servido espeso, oscuro, azucarado y bien corto…

Desde ya estoy envidiando a los turistas estadounidenses.

EN HOMENAJE A HEMINGWAY

Eran los tragos preferidos del gran escritor y periodista estadounidense Ernest Hemingway, Premio Nobel de literatura y buen bebedor, el mojito y el daiquirí. Aquí van unas recetas:

Mojito

Por vaso (cilíndrico, alto). una cucharadita de azúcar; 7 gramos de jugo de limón o lima; revolver bien el azúcar y el limón; agregar unos 60 gramos de buen ron blanco y algún trocito de hielo; llenar el vaso con soda o agua mineral (o gaseosa, pero en este caso no poner el azúcar señalado al principio); añadir un par de gotas de angostura (pero no es imprescindible); revolver bien; adornar con una ramita de hierbabuena u otro tipo de menta, que debe tocar el líquido para que lo impregne con su sabor y aroma. Disfrútelo.

Daiquirí

Por copa (tipo champán viejo estilo): una cucharada de jugo de limón; una cucharadita de azúcar; revolver bien; agregar 50 gramos de buen ron blanco; batir todo en una licuadora junto con hielo triturado hasta que quede homogéneo y servir inmediatamente en una copa previamente enfriada.

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