Tal vez buscando en Google uno se entere de quién fue el primer emprendedor que se consideró tal y quién, siguiendo en ese camino de novedades, empezó a usar palabras tales como "empoderar" o estados geográficos y mentales como la inasible "zona de confort".
Estos neologismos, -cansadores y un poco guarangos- son usados con generosidad por, justamente, emprendedores, empoderados y habitantes de las zonas de confort, y también por otros que no comparten ninguno de los tres estados pero que no quieren quedarse atrás en esto de apalabrar al prójimo.
Sin embargo, no queda claro qué quieren decir cuando usan estas nociones inaugurales y uno sospecha que, en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol salvo un extendido snobismo que vende como nuevas cosas ya ajadas.
A uno se le ocurre que un moderno emprendedor no hace otra cosa que lo que hizo aquel Tito del barrio que juntó unos pesos y puso un quiosquito, o lo que acomete aquel otro que está pensando en cerrar el almacén para poner una panadería.
En cuanto al empoderamiento, al parecer la academia española no ha tenido más remedio que aceptar el concepto y definirlo como una serie de sucesos que "hacen poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido".
Por ejemplo, uno podría proponer la contratación de unos cuantos buenos jugadores de un cuadro de la divisional B para "empoderarlo" y ayudarlo a subir a primera. O repartir cuchillos entre las viejas del barrio para "empoderarlas" cada vez que les cae una pelota de fútbol entre las flores del jardín.
Eso sí, para poder tajear la globa, las vecinas tendrán que levantarse de la silla lo que las obligará a salir de lo que ahora se llama "zona de confort". Asimismo, los muchachos deberán abandonar el partido de fútbol callejero que los tenía tan confortados para, pongamos, retirarse a hacer los deberes escolares.
El nuevo y pudridor concepto de zona de confort es utilizado para invitarnos a irnos de ese lugar en dónde aparentemente estamos cómodos para emprender nuevos caminos. El viejo y querido "te estás achanchando" pero aderezado para la ocasión.
Cuando uno empieza a sospechar que se trata de una idea burguesa sustentada por gente que ya está cómoda -¿cómo salir de la comodidad sin antes llegar a ella?- una definición de zona de confort encontrada en google nos congrega a todos sin distinción de clases detrás de esa ruta hacia las emociones renovadas.
"La zona de confort es un estado mental donde nos encontramos cómodos con nuestra vida actual, con nuestras aspiraciones cubiertas y sin presiones. Cada persona es diferente a las demás, es por ello que en cualquier nivel socioeconómico puede haber gente en zona de confort", se lee en la pantalla.
O sea que uno puede tener sus aspiraciones cubiertas viviendo en el medio de Ruanda, bajo las bombas en Siria, en un rancho del cantegril de Aparicio Saravia o en una casona de Punta del Este.
Una idea que parece revolucionaria pero que no va más allá del ajado "no se conforma el que no quiere".
En definitiva, estaría bárbaro salir de la zona de confort que nos impulsa a usar la expresión "zona de confort" sin darnos cuenta de que ni siquiera sirve como nombre para una mueblería berreta.
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