Jugar a la pelota, hacer cosquillas, leer un libro, simular que una caja es una casa. Existen miles de maneras de jugar y entretenerse durante la infancia. Sus beneficios no se reflejan solo en el bienestar del niño, sino que son claves para el
desarrollo cognitivo. Para ello, es necesario que los padres compartan este tipo de instancias.
El grupo de investigadores comprobó que los cuidadores con niveles socioeconómicos bajos suelen estar preocupados y estresados por encontrar una manera de subsistir. La falta de tiempo, de recursos, de información, un mal acceso a los servicios conllevan a que los niños de hogares vulnerables no obtengan las respuestas adecuadas de los mayores.
Interacción en cinco pasos
Primero, se trata de prestarle atención al niño y entender cuál es su foco. Es decir, si un niño se ríe de algo, observar de qué se está riendo.
En segundo lugar, el padre debe responder y estimular el interés y curiosidad del pequeño. Un modo es aceptar la invitación al juego. Es una buena oportunidad para establecer importantes conexiones de lenguaje en el cerebro del niño, incluso cuando aún no hablan.
Luego, el padre debe nombrar lo que el niño está observando. Por ejemplo, si el pequeño se está riendo de una mosca, el padre puede decir "qué mosca tan grande".
En el siguiente paso, el niño sale corriendo a la mosca y el padre motiva esa acción. Por último, hay que prestarle atención a las señales que refleja el menor, para darse cuenta cuándo están listos para otra actividad.
El niño está en constante cambio, deja de observar a la mosca, se pone a jugar con un muñeco y le muestra a su padre, es una nueva invitación a "servir y devolver".
Las interacciones adecuadas contribuyen en el desarrollo cognitivo y posteriormente en sus posibilidades en la vida adulta.