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Horizontes borrascosos e impensados

Los últimos sondeos muestran que Cristina Fernández está cada vez más cerca de ganar las elecciones, algo que provocará resultados negativos en una Argentina sin esplendor político desde el siglo XX
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14 de abril de 2019 a las 05:00

El pasado lunes se conocieron en Argentina resultados de las encuestas de opinión pública de marzo y sus resultados, o mejor dicho, la tendencia que marcan los resultados no auspician nada bueno para las elecciones generales del 27 de octubre y un eventual balotaje. Por supuesto que lo de “bueno” es un término subjetivo que parte de la premisa que sería “nefasto” un retorno a la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner tanto por el fracaso de las políticas que aplicó a sangre y fuego durante sus ocho años de gobierno como por los variados y distintos procesos penales que acumula la exmandataria. Procesos con prisión preventiva y confirmada que si no se ha hecho efectiva es por la defensa de los fueros parlamentarios, con los que parecen estar cómodos tantos personeros de arco opositor como del propio gobierno.

El episodio conocido como “los cuadernos de las coimas”, que involucran al matrimonio Kirchner y a sus más estrechos allegados y colaboradores junto a muchos empresarios de la obra pública, algunos de ellos de gran renombre, es algo que da vergüenza propia y ajena. Junto a ello jueces y fiscales que hicieron la vista gorda y que se beneficiaron como todos. 

Una verdadera maquinaria de corrupción, robo, y extorsión que funcionó aceitadamente, primero en Tierra del Fuego, y luego a nivel nacional cuando los K desembarcaron en la Capital Federal. Nada de lo que tocaron fue ajeno a este modo de proceder. Fueron por todo, se quedaron con mucho y de milagro Argentina no se convirtió en otra Venezuela. Poco faltó y quizá la Corte Suprema tuvo la capacidad de poner límites allí donde el gobierno K pensó que no los había.

Un regreso de CFK a la Casa Rosada implicaría no solo la resurrección de políticas económicas, sociales e institucionales nefastas sino también, y mucho más grave, la convalidación ciudadana de que el robo y la corrupción no tienen importancia. En Brasil hubo mucha corrupción a nivel de todo el arco político pero el electorado reaccionó y dijo claramente que “nunca más”, poniendo en Planalto a un oscuro parlamentario de la política como Bolsonaro.

Ese regreso, impensable hace uno año, hoy ya no lo es tanto. Las encuestas muestran que en intención de voto en la primera vuelta Macri está por debajo de Cristina y que en un balotaje la paridad es total, con cierto favoritismo de la expresidenta.

Lo que preocupa, sin duda, es la tendencia ascendente de Cristina y descendente de Macri. Dentro del macrismo solo María Eugenia Vidal podría ganarle bien a la exmandataria. Fuera del macrismo, el exministro de Kirchner, Roberto Lavagna, le podría ganar a Cristina. 

Pero Vidal ya no corre para presidente con lo cual Macri será quien tenga que enfrentar la contienda, asumir sus errores y, si  gana, lidiar con su propia herencia, que no es nada buena por cierto. Y si gana Cristina también tendrá que lidiar con esa herencia, con la suya aún no digerida y negociar con el FMI, principal acreedor de Argentina.

Argentina está sumida en una crisis económica, con algunos signos de recuperación en los medidores de la actividad mensual respecto al mes anterior, pero la inflación sigue muy alta y el dólar demasiado volátil para una economía dolarizada como la argentina. Difícil que en este contexto vengan las inversiones necesarias para levantar cabeza.

Pero más allá del fenómeno Cristina y sus posibilidades de retornar a la Presidencia, lo que se observa en Argentina es una enorme debilidad institucional. Las leyes y normas no se cumplen. Hay quienes se jactan de su incumplimiento o lo festejan. Celebran al que vive al margen de la ley o que tiene capacidad para eludirla, como quedó archidemostrado en “los cuadernos de las coimas”. Tiene una notable talento individual, que se refleja en las artes, en las letras, en los deportes, en las empresas, en las ciencias pero parece incapaz de jugar en equipo. De apoyarse mutuamente y de apoyarse en la estructura institucional de esa magnífica Constitución que redactó Juan Bautista Alberdi en 1853.

Pero en Argentina falta el entramado institucional que otorgue seguridad jurídica, que ponga freno a la veleidad de los gobernantes, que respete a rajatabla la separación de poderes. Si hasta se habla en filas kirchneristas de tener un Poder Judicial elegido popularmente y sometido a los dictados del Congreso, algo parecido a lo que ocurre en Venezuela.
Pasan los gobiernos y en Argentina no hay instituciones estables, no hay moneda estable y no hay poder judicial confiable. Mientras ello no se consiga, será imposible recobrar el esplendor de principios del siglo XX y será imposible llegar los niveles de desarrollo que un país como Argentina debería tener por sus recursos naturales y por la homogeneidad y alfabetización de su población. Una gran pena. 

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