Eduardo Espina

Eduardo Espina

The Sótano > OPINIÓN

Esta vez el huracán fue emocional

¿Es posible que un árbitro no vea una infracción enorme como una casa y arruine un partido de semifinales?
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23 de enero de 2019 a las 05:01

No es exagerado ni inexacto afirmar que Nueva Orleans es la ciudad más incomparable y única de la Unión Americana. En agosto de 2005, con la llegada del huracán Katrina, estuvo a punto de desaparecer, tragada por las aguas enardecidas del Golfo de México. Miles perdieron sus casas y sus posesiones. Miles abandonaron la ciudad y nunca volvieron. Fue uno de los éxodos urbanos más grandes de la época moderna. Pero ese no fue el fin definitivo de una pesadilla liquida, pues a pesar de los cambios en la infraestructura que se realizaron para preparar a Nueva Orleans en caso de que otro huracán de gran magnitud llegue algún día a azotarla, la ciudad sigue teniendo muchos aspectos vulnerables, que ni la más avanzada tecnología ha podido eliminar. Por lo tanto, para los lugareños, la vida en Nueva Orleans depende todo el tiempo de que el clima no se retobe y la termine convirtiendo en la Atlántida moderna.

Así pues, los 400 mil habitantes de la zona metropolitana de Nueva Orleans conviven con la amenaza casi permanente de los desajustes climáticos, tratando de olvidarse que la vida es frágil y que en su ciudad lo es aún más. Para olvidarse de las preocupaciones y para canalizar sus apetencias de entretenimiento que mezcle pasión con fanatismo deportivo, tienen al legendario club de fútbol americano los Saints, nombre que honra la memoria del ciudadano más ilustre en la historia de Nueva Orleans, el músico Louis Armstrong, quien popularizó la canción When the Saints Go Marching In (Cuando los Santos vienen marchando), también conocida como The Saints (se la oí tocar a los uruguayos The Hot Blowers, con Cacho de la Cruz en trompeta). El aeropuerto de Nueva Orleans se llama Louis Armstrong, y es uno de los pocos aeropuertos en el mundo bautizado con el nombre de un músico, siendo otros dos, John Lennon, de Liverpool, y Antônio Carlos Jobim, de Rio de Janeiro. 

El lunes pasado, Nueva Orleans, ciudad de la música, del carnaval más popular de los Estados Unidos, y de los legendarios Saints, despertó con una tristeza y depresión enorme, como si hubiera pasado un huracán categoría cinco. La tarde anterior, el equipo que se ha convertido en símbolo de una forma de vida cayó derrotado en una de las semifinales del torneo de fútbol americano de la NFL, perdiendo la posibilidad de jugar el Super Bowl, el domingo 3 de febrero. No fue una derrota cualquiera, sino que los jueces le robaron el partido.

En una de las jugadas finales, cuando parecía que tenían la victoria en el bolsillo, uno de los defensas del equipo contrincante, los Rams, de Los Angeles, hizo una jugada ilegal contra el atacante de los Saints, impidiendo que este convirtiera el tanto que hubiera significado la victoria. Sería como si en un partido de fútbol un defensa comete un penal enorme como una casa contra un delantero cuando está a punto de convertir, y el árbitro deja seguir el juego como si no hubiera pasado nada.

Tan descarado y escandaloso fue el error arbitral al no cobrar el “illegal pass interference” (interferencia ilegal de un pase) que marcó el fin de la temporada de un equipo que tenía todo para salir campeón, tanto lo fue, que desde el domingo hasta el presente lo ocurrido en el partido entre los Saints y los Rams, ganado por los segundos 26-23 en tiempo extra, se ha convertido en el principal tema nacional, desplazando al tenso momento que vive la política estadounidense a raíz del cierre del gobierno.

El principal diario de Nueva Orleans, The Times-Picayune, ganador del premio Pulitzer en 2006 por su cobertura del huracán Katrina, el cual se edita en forma sábana y fue fundado en 1837, por lo general no pone temas deportivos en portada a grandes letras. Sin embargo, le dedicó un titular de ocho columnas a la derrota de los Saints en la edición del lunes. La desazón de la gente de Nueva Orleans es absoluta. Además, está relacionada al hecho de que la estrella del equipo, el mariscal de campo (quarterback), Drew Brees, tiene 40 años de edad y dijo después del partido que solo regresará para una temporada más, en caso de que su cuerpo se lo permita.

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