Eduardo Rubio, el único diputado del Movimiento 26 de Marzo (Unidad Popular), está en el lugar indicado en el momento justo. Por cierto que Montevideo este verano no vive una situación revolucionaria; no es La Habana 1959, ni París 1848 o Petrogrado 1917. Pero al menos el único voto en el Parlamento de la ultraizquierda, esa que aún pregona las viejas recetas revolucionarias, ahora cuenta y reluce como una perla.
El 16 de noviembre Eduardo Rubio y el frenteamplista disidente Gonzalo Mujica coincidieron con la oposición para formar una comisión parlamentaria que investigue el fallido proyecto de planta regasificadora en la bahía de Montevideo.
Luego, el 28 de diciembre, mientras se discutía la permanencia de soldados uruguayos en Haití, el diputado frenteamplista Gabriel Courtoisie le dio un cachetazo. Rubio mantuvo la línea en el incidente, o al menos pasó por víctima (aunque no tanto un grupo de militantes "ultras", que se manifestó con agresividad en las barras y pasillos interiores de la Cámara de Representantes).
Por esas fechas el oficialismo también postergó la discusión parlamentaria de un impuesto a las pasividades militares pues no contaba con votos suficientes.
En otras ocasiones Rubio sacó de los pelos al Frente Amplio del pantano, como cuando le dio el voto 50 en 99 para bloquear la creación de una comisión investigadora sobre los negocios con Venezuela.
Tanto poder con tan pocos votos, los 26.869 que obtuvo Unidad Popular en las elecciones nacionales de octubre de 2014, parece el sueño del pibe.
Unidad Popular (UP) es una coalición creada en 2006 por personas y sectores disconformes con el accionar del Frente Amplio en el gobierno. Ellos evaluaron que "la derecha incorporó al Frente Amplio", que adoptó ideas socialdemócratas. La UP reivindica los clásicos principios socialistas y antiimperialistas de la izquierda radical Latinoamericana, y propone una drástica redistribución del ingreso, la reforma agraria, el no pago de la deuda externa, la eliminación del sistema privado de seguridad social y la nacionalización del comercio exterior. En 2008 adhirieron pequeñas fracciones, entre ellas el Movimiento 26 de Marzo (26M), un sector disidente del MLN-Tupamaros gestado en la cárcel a fines de la década de 1970 y conocido entonces como "seispuntista".
Entre los seis puntos dogmáticos del 26M se contaban la adopción del marxismo-leninismo, la alianza con el Partido Comunista local, el reconocimiento del Partido Comunista de la Unión Soviética como vanguardia revolucionaria mundial y del cubano como avanzadilla en América Latina, la vigencia de los líderes históricos del MLN y de la lucha armada para imponer el socialismo. Los viejos presidiarios tupas describen a aquellos muchachos "seispuntistas" como seres enajenados, dogmáticos y sectarios. Tras la apertura democrática de 1985, el cisma se expresó en una ruptura formal y en la enemistad de Raúl Sendic padre, co-fundador del MLN, con sus hijos, encuadrados en el 26M.
Eduardo Rubio, hijo de un médico del mismo nombre, comenzó sus actividades políticas en Trinidad, su ciudad de origen. Luego fue a prisión por colaborar con el MLN-Tupamaros. Adhirió al "seispuntismo" en la cárcel de Libertad, a fines de 1978, y reforzó su vínculo con ese sector disidente de los tupamaros durante su exilio.
Se radicó en Suecia a mediados de 1979, tras salir de la cárcel en Uruguay, en los esperanzadores días en que los sandinistas ingresaban a Managua. En Estocolmo fue empleado comunal y limpió guarderías y hospitales. A principios de 1984 se marchó por un tiempo a Rio de Janeiro, antes del regreso a Montevideo, otro tiempo pletórico de esperanzas.
Rubio se define marxista-leninista y reivindica la revolución soviética y la revolución socialista en general. Desde 1985 es un militante rentado del 26M. Hasta 2015, cuando ingresó a la Cámara de Representantes como primer diputado de Unidad Popular, vivió de reunión en reunión, de acto en acto, de pueblo en pueblo, al servicio de su fe.
Él y su movimiento atravesaron la etapa más difícil en 2007, cuando abandonaron el Frente Amplio en plena fase de apogeo y se lanzaron a crear una nueva coalición más a la izquierda. "Ahora estamos en una fase de crecimiento", dice; "no es una locura, pero sí crecimiento". Estima que Unidad Popular capta militantes desengañados del Frente Amplio, docentes y técnicos.
Cuando Eduardo Rubio reivindica en la Cámara baja las antiguas propuestas de la izquierda, media bancada del Frente Amplio se ruboriza. Tan lejos han quedado las creencias de 1971. "A la otra mitad de la bancada no le importa", admite Rubio, pues son los más jóvenes o los que revisaron por completo su ideología tras el derrumbe de la mayor parte de los regímenes del "socialismo real".
Tras la defección de Gonzalo Mujica, hay tirantez en la banca oficialista. La disidencia casi no ocurrió en los gobiernos anteriores del Frente Amplio, salvo casos excepcionales como la renuncia del socialista Guillermo Chifflet en 2005 por la permanencia de tropas uruguayas en Haití, o la de Eleuterio Fernández Huidobro en 2011 ante un intento de anular la ley de Caducidad, o las salidas de línea de Víctor Semproni.
Dice que no estaría dispuesto a votar leyes que impliquen un ajuste fiscal, pero sabe que otros diputados, como Gonzalo Mujica, o incluso parlamentarios blancos o colorados, pueden respaldar una propuesta del gobierno. Este año pueden registrarse alianzas sorprendentes cuando se libre una nueva batalla política en torno al presupuesto nacional. Pero el humilde diputado de un sector minúsculo tiene grandes planes: hacer de "fiscal implacable del pueblo" ante un gobierno "entreguista" y "neoliberal".
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