La expansión económica de la primera década del siglo XXI produjo considerables mejoras en los mercados laborales de América Latina y el Caribe, como la reducción del desempleo y el aumento significativo de los salarios. La formalidad del empleo sin embargo, no presentó grandes cambios y alcanzó apenas el 27% para las mujeres y el 40% para los hombres. Tras el fin del ciclo expansivo, la tendencia positiva se estancó revelando la fragilidad de un sistema que se expandió sobre todo gracias al aumento del empleo, sin un aumento considerable de la productividad.
El empleo no solamente constituye una condición indispensable desde el punto de vista del individuo, si no que también es fundamental para un crecimiento sostenible y equitativo para los países. Durante el período mencionado, América Latina redujo la pobreza casi un 20%, y la desigualdad en un 7%, según el coeficiente Gini. Estos resultados se deben en parte, a que la ocupación en la región se había expandido hacia el año 2015 hasta alcanzar al 58% de las mujeres y el 85% de los hombres
A pesar de las mejoras, según el informe, Empleos para crecer, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), detrás del bajo desempleo, —que en varios países no incluye a jóvenes, mujeres ni trabajadores de bajo nivel educativo— existe una altísima rotación laboral. "La región puede encontrarse atrapada en un círculo vicioso de empleos de baja calidad, que se manifiesta especialmente en el elevado porcentaje de trabajos informales". Esta inestabilidad laboral, desprotección ante el desempleo, baja productividad y baja inversión en el capital humano, tiene según el informe, repercusiones económicas, sociales y fiscales que dificultan el diseño de políticas que garanticen el bienestar de los trabajadores.
Estas debilidades del mercado laboral, sin embargo, no solo no se resolverían con un nuevo ciclo expansivo de la economía, sino que pueden estar limitando el aumento de la productividad. Y si bien, según el informe, los diferentes países de la región han desarrollado políticas para fomentar los mercados de crédito, el desarrollo productivo y la reducción de los costos de transporte, "la política laboral de la región se ha dirigido a fines eminentemente redistributivos, dando menos importancia a la búsqueda de la productividad".
Durante el ciclo expansivo, las nuevas leyes y reglamentos introducidos en los diferentes países se han centrado en la redistribución, algo fundamental teniendo en cuenta que América Latina es la región más desigual del mundo. Sin embargo, se ha prestado menos atención en mejorar la productividad, con lo cual se lograrían mejoras sostenibles en la calidad del empleo en el largo plazo.
Por ello, según el informe de BID, es esencial complementar las políticas laborales redistributivos con políticas integrales que impulsen la productividad, que es el motor del crecimiento. Y en ese sentido, hay que aumentar la productividad del trabajo, sin que esto se traduzca en una flexibilización laboral que permita bajar los salarios y reducir el acceso a los beneficios sociales de los trabajadores.
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