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¿Qué sucede debajo de la piel de una obra? Hace poco más de diez años el Museo Thyssen decidió hacer la restauración de una de las obras más impresionantes de Tintoretto ante la mirada de todos. Los restauradores trabajaron en El Paraíso durante casi dos años como en un reality que se podía observar en tiempo real: radiografías, fotografías, reflectografías infrarrojas y análisis químicos.
El proceso permitió descubrir –entre otras cosas– los detalles de la técnica del artista pero también sus dudas, los retoques, la evolución de la obra y un aspecto particular: pintó todas las figuras desnudas, para después vestirlas con el pincel.
Ahora Tintoretto, el artista veneciano, recibe en la 60º Bienal de Venecia al uruguayo Eduardo Cardozo. Simbólicamente, es quien le da la bienvenida al equipo uruguayo a una de los escenarios más importantes del arte mundial.
Latente, obra de Cardozo, su colaborador Álvaro Zinno y la curadora Elisa Valerio, fue elegida para representar a Uruguay en esta exposición. La primera que tiene la particularidad de ser curada por un latinoamericano como el brasileño Adriano Pedrosa –director del Museo de Arte de San Pablo–, bajo el título Extranjeros por todas partes.
Esa bienvenida para Cardozo es una fantasía basada en la experiencia. Un homenaje a la amistad: “Se la dedico a Tato Peirano que falleció hace dos años y que era un amigo muy querido. Él vivía en Buenos Aires y cuando lo iba a ver él siempre estaba ahí esperándome en el puerto cuando llegaba. De alguna forma de ahí viene la idea de venir a Venecia e imaginarme que hay un amigo esperándome, dándome esa bienvenida”, dice a El Observador desde Venecia horas después de mostrar al público su obra por primera vez.
En esta exposición de la intimidad, la desnudez del arte y la experiencia propia del artista, Cardozo creó esa fantasía de llevar su taller a Venecia. Y la materializó: viajó 11 mil kilómetros con las paredes de su taller del barrio Cordón.
“Hace 12 años que trabajo en ese taller y las paredes se van manchando, se van nutriendo de toda esa vida que pasa ahí adentro; además tiene una vida anterior con otra gente que vivió en esa casa. Están pintadas y hay varias capas de pintura ahí atrás, entonces cuando me traigo todas esas paredes para Venecia me traigo un pedazo también de la historia de mi barrio, del Cordón, y la historia de Montevideo conmigo”.
El desnudo, la pared del taller de Cadozo trasladada a Venecia por medio de la técnica de stacco, pone ante los ojos de los visitantes quizás la porción más íntima de un artista. Un método similar al que se usa cuando se retiran los frescos: se utilizan telas que se pegan a las paredes y luego de que se secan se arrancan y llevan con ellas varias capas de esas paredes.
Su hogar, su espacio de creación y el contenedor de su proceso creativo. La piel, las marcas y las heridas que el tiempo deja sobre la memoria de cualquier espacio habitado. Su historia y la de quienes lo anteceden se desarraiga y pone a disposición de la obra.
“Es una experiencia personal que viví con esto, es una entrega. Este trabajo, además de ese mudarse de lugar, también habla de la amistad y en la amistad uno se entrega. Me parecía que hacer una ofrenda para la amistad valía la pena. Entonces, si lo iba a hacer lo iba a hacer a fondo. Fue también un proceso personal, que lo necesitaba, y quizás es un cambio, un mudar, en cierto momento de la vida. Cuando lleguemos a Montevideo y lo encuentre un poco vacío el taller voy a tener que empezar de nuevo, pero vale la pena porque la verdad que a esta obra la quiero muchísimo”.
Frente a ese desarraigo, a esa exposición de la privacidad, Cardozo instaló su interpretación de El Paraíso de Tintoretto. Tal como lo hizo el maestro veneciano cubre el desnudo con su técnica: pinta sobre la piel de ese taller repatriado un diálogo entre el norte y el sur, entre Venecia y Uruguay, entre él y Tintoretto. Una conexión con el otro: la vestidura.
“La idea era encontrar esa intimidad. Tenía algo que ver con exponer un lugar que es muy íntimo, como el taller de un artista. Ese cuadro también fue expuesto en cierto sentido. Entonces yo traté de recrearlo solo con telas, como si fueran las ropas que están en ese cuadro”, explica Cardozo.
Tintoretto proyectó, ya a sus 70 años, El Paraíso como un boceto que presentó en un concurso para sustituir el fresco gótico de la sala del Gran Consejo del palacio de los Dux que había sido destruido en un incendio y tardó seis años en acabar la pieza. Una representación de Paraíso con figuras en movimiento sobre las nubes en pequeñas escenas celestiales.
Para lograrlo trabajó con las restauradoras Mechtild Endhardt y Claudia Frigerio para conseguir las tonalidades del cuadro del Tintoretto a partir de tierra de colores. El volumen que instaló en el espacio tuvo además varias versiones en Montevideo y finalmente fue afinado ya en el pabellón de la bienal y Zinno se encargó de lograr la iluminación de la exposición para lograr la del pintor veneciano.
"Cada versión se iba acercando más al cuadro. La gente por suerte lo mira y la verdad que es una evolución magnífica, sobre todo los italianos que conocen la pintura; la ven muchas veces y ya se dan cuenta que está ahí atrás está inspirado en ese pintor".
Álvaro Zinno "Hay una mirada también a la historia de esta ciudad. Cuando uno va a otro lugar, uno lleva parte de su historia detrás, su ciudad, su lugar, sus amigos pero también lleva una curiosidad por el lugar a donde va, una curiosidad por el otro. En este caso yo venía a Venecia y para mí este trabajo con Tintoretto es una forma de entender a Venecia y de entender un tiempo, una época y a este pintor".
Entre el desnudo y la vestidura: el velo. Los textiles que arrancaron la historia de las paredes de aquella casa de principios de siglo XX en Cordón.
"El velo iba a ser una pieza que iba a estar desplegada y lo transformamos casi en una pieza escultórica que cuelga del techo. Se transformó en un eje, es la parte volumétrica de la exposición. Eso cambió acá en Venecia, porque uno viene con un proyecto pero cuando llegás al espacio tenés que adaptarte".
La relevancia del textil en la obra de Cardozo es bien conocida, así como la apelación a las texturas y los sentidos en una abstracción conmovedora.
"Me considero pintor, pinto con óleo y con color, pero la pintura tiene todo: tiene el óleo que está adelante y tiene la tela que es lo que lo sostiene. Acá en Venecia hay grandes pinturas en vez de los frescos que hay en Roma por ejemplo, porque el fresco en Venecia se destruiría con la humedad. Entonces la tela tiene un rol fundamental aunque no esté en primer plano, en sostener toda la pintura y la historia. Hay veces que yo juego con la tela y con el textil, llevo la tela hacia adelante y la pintura la llevo un poco más hacia atrás. Otras veces trato de pintar con la tela, como en este caso en la idea de Tintoretto: teñir las telas y luego como si fueran pinceladas en el espacio poder reconstruir esa pintura. Entonces también es una forma de pintar".
Al ingreso del pabellón uruguayo en la Bienal de Venecia hay una ensamble de telas: en esa composición Cardozo eligió exponer la parte de atrás de las telas de sus pinturas. Lo que no se ve. Lo que sostiene el arte.
“Puse mis pinturas al revés, dadas vuelta, y armé como un gran mosaico donde hay una historia porque hay telas de distintas épocas. Está la parte que no se ve de una pintura, en la parte de atrás, del otro lado, que vincula un poco las dos cosas: vincula a mi taller, esa intimidad expuesta y ese Tintoretto que fue también expuesto en cierto sentido durante la restauración”.
Esta era la segunda vez que Cardozo presenta un proyecto para participar de la Bienal. "Valió la pena. Cuando me presenté a este proyecto hubo diferentes búsquedas, a veces cuando está buscando una idea empieza a buscar por lugares muy importantes o discursivos y al final la encontrás en lugares que son mucho más cercanos, como las paredes de tu taller. Algo que tiene mucho más que ver con uno".
Sobre su experiencia en la bienal, el artista lo calificó como "un honor" y destacó la devolución de los visitantes.
"Sin duda es estar en un lugar privilegiado, la bienal es un lugar es increíble. Pero más allá de todo eso, que sin duda es importante, lo más lindo de todo es ver la devolución de la gente. A veces converso con la gente que viene al pabellón y la devolución es alucinante. Creo que han recibido esta obra de una forma divina, lo entienden. Es una obra que quiero mucho, la he hecho de corazón y eso la gente se da cuenta y lo aprecia".
Cardozo proyecta que Latente llegue a salas uruguayas. "La quiero hacer en Uruguay. Uno de los que nos ha apoyado desde el principio es el MACA. Pablo Atchugarry y Silvana Neme nos han dado su apoyo y creo vamos a hacer la exposición en su museo cuando vuelva a Uruguay. Vamos a despegar otra vez el muro de estas paredes, el muro ya no pertenece a ningún lado, ya es un muro errante, así que va a volver".
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