Bohemios se le suele decir a aquellas personas que, entre otras cosas, no respetan las convenciones sociales más aceptadas. El origen del término proviene de Bohemia, la región más extensa de la antigua Checoslovaquia, actual República Checa. De allí surgieron diversas tribus de gitanos que emigraron hacia toda Europa, y los gitanos se caracterizan por tener unas tradiciones que no suelen respetar las convenciones de los lugares donde se asientan.
Quizás en esa cultura un tanto desmelenada esté el origen de las revueltas que en enero de 1968 comenzaron a organizarse en la Bohemia comunista, en contra de un régimen que no era más que un satélite de la Unión Soviética, como lo eran por entonces la mayoría de los países de Europa del Este.
A aquel movimiento que buscaba transformar el modelo estalinista en un socialismo democrático, se le llamó "la Primavera de Praga". El 20 de agosto de 1968, se cumplen en estos días 49 años, más de 2.000 tanques de guerra, en su mayoría soviéticos, ingresaron a la capital de Checoslovaquia y aplastaron a sangre y fuego a aquel movimiento que era parte de las revueltas sociales que en 1968 estaban ocurriendo en el mundo en contra del statu quo, ya fuera capitalista como socialista.
El PCU hizo conocer su postura a través del diario El Popular: "A pedido de la mayoría del Presidium del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia y del gobierno checoslovaco, han entrado a dicho país tropas del Tratado de Varsovia, pertenecientes a la URSS, Polonia, Bulgaria y Hungría, para salvar las conquistas socialistas del pueblo checoslovaco y la paz mundial gravemente amenazada por los planes del imperialismo yanqui y de los nazis revisionistas de Bonn que querían transformar a Checoslovaquia en una base imperialista. Se trata de hechos dolorosos pero que resultan imperativamente insoslayables. Los servicios informativos yanquis y sus peleles de la 'gran prensa' en el Uruguay han lanzado una campaña calumniosa para tergiversar el sentido de los acontecimientos".
En estos días se escuchan voces que no solo reclaman sino que se asombran de que la izquierda uruguaya (en particular algunos sectores, entre ellos el PCU) no se pronuncie con firmeza contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, que está reprimiendo de manera sangrienta las manifestaciones callejeras.La sorpresa por la inacción, cuando no el apoyo a Maduro, deviene, me parece, de que hay dos maneras de visualizar a la izquierda en esto de la relación del Estado y ciertas expresiones populares.
Una visión es la que ubica a la izquierda en el papel de víctima. Los militantes de izquierda fueron los que más sufrieron la cárcel, la represión y el exilio durante la última dictadura militar (1973-1985). Por entonces pedía y se vanagloriaba de los apoyos internacionales que recibía en su lucha contra la dictadura.
"Se trata de hechos dolorosos pero que resultan imperativamente insoslayables".
Cuando se le reclama una actitud que sea coherente con aquellos pedidos de apoyo a la comunidad internacional y haga lo propio con los reprimidos venezolanos, se obvia que la izquierda también puede ser visualizada en su papel de victimaria de la democracia.
Una de sus vertientes, la que apoyaba la guerrilla tupamara, directamente atentó contra la democracia liberal (burguesa, según su visión) con las armas primero y luego en negociaciones con los militares, que querían derrocar al régimen institucional con el mismo entusiasmo.
La posición actual del Partido Comunista sobre Venezuela no debería tampoco llamar la atención. Se están cumpliendo en este otoño austral 49 años de la "primavera de Praga", en torno a la cual los comunistas uruguayos aplaudieron que los tanques soviéticos aplastaran, literalmente, a obreros y estudiantes que, unidos y adelante, querían romper sus vínculos con el estalinismo que los oprimía. Apoyaron al régimen y dieron la espalda a las fuerzas populares. Hoy están haciendo lo mismo.
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