Eduardo Espina

Eduardo Espina

The Sótano > OPINIÓN

¿Es usted un presidente o un dictador?

La línea en el periodismo entre la información y la busca de notoriedad por parte del periodista puede ser tenue
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01 de marzo de 2019 a las 05:00

Un gran escritor estadounidense, que fue mi profesor y amigo, decía que los viernes, una vez terminadas las clases, a eso de las 17.30, eran sagrados. Ameritaban un buen trago y una mejor conversación. Su bebida de comunión, no era el vino consagrado, sino el gin; solo con una rodaja de limón. En una de esas inolvidables tertulias, en las que siempre se aprende más que en un salón de clase, este profesor y escritor genial en dos géneros literarios (y en las conversaciones que comenzaban y no terminaban), dijo algo que me quedó grabado, tanto que hoy, mucho tiempo después, lo repito como si fuera ayer: “Cuando Inglaterra vio la cara de Churchill, se dio cuenta enseguida que la guerra no estaba perdida, que aquel tipo con cara de bon vivant, los iba a salvar. El rostro de [Arthur Neville] Chamberlain era el de un papanatas; el de [Winston] Churchill, el del amigo que conocés en el bar y al cual después de un rato de conversación lo considerás un genio, por su sagacidad y rapidez mental. La capacidad intelectual y los valores de un político se ven primero en su rostro. Cuando vi la cara de Nixon, en el debate con Kennedy, me di cuenta que era la de un delincuente, un delincuente inteligente, pero delincuente al fin”.

Hugo Chávez tenía rostro de tipo simpático al que uno invitaría a un asado, rostro de un tipo entrador a fuerza de labia, capaz de venderle hielo a los esquimales. Fue lo que hizo con sus compatriotas y con quienes le prestaron atención en América Latina. Tenía una cara parecida al de aquellos vendedores que en una época visitaban puerta a puerta los hogares para vender una aspiradora, y le decían a la señora de casa que la garantía era de por vida, que el electrodoméstico iba a durar para siempre, sin presentar problema alguno. Y los ilusos compradores le creían, aunque a la semana, debido a desperfectos mecánicos, tuvieran que volver a la pala y la escoba. Nicolás Maduro tiene rostro de déspota. Lo tenía incluso antes de que asumiera el papel que tan bien desempeña, con el cual está fascinado. Es lo más grave. Cada vez que tiene una cámara enfrente, se transforma en una especie de Narciso enamorado de su imagen, que es la de un bravucón carente de planes y soluciones; pues no tiene plan A, plan B, plan C […), ni plan Z. Es un improvisado que creyó que con la soberbia y la receta ideológica sesentera era suficiente. Y la historia demuestra que tarde o temprano, los soberbios caen. Y su porrazo suele ser durísimo.

Días atrás, Maduro cometió un error estratégico que se suma a la larga lista de infames errores por el cual será recordado. Le concedió una entrevista a Jorge Ramos. El coronel no tiene quien le escriba, pero Maduro tiene quien le pregunte. El periodista mexicano, afincado en Miami, ha ganado muchos premios (lo cual en esta época de mediocridad democratizada no quiere decir nada) y trabaja para una cadena televisiva poderosa. Pero Ramos no es un periodista de los que yo consideraría serios, a los que les presto atención y les creo. Me animaría a decir que es todo lo contrario. Su ego es desmedido y no está de acuerdo con su talento, el cual no lo destaca entre los demás. Ramos hace un periodismo superficial, ideal para consumo popular. En sus comentarios no hay vuelo. Tampoco en sus preguntas. A Maduro le preguntó, “¿Es usted un presidente o un dictador?” Para quéhacer una pregunta de la cual ya sabemos la respuesta. A Ramos le gusta la notoriedad, y no es bueno para el periodismo cuando el periodista quiere ser la noticia. Cuando sucede, se rozan los límites del amarillismo.
 

Hace veintipico de años que cada tanto veo a Jorge Ramos en su papel de rostro principal de Univisión, pero nunca le he oído decir un comentario profundo. Y como Ramos navega en la superficie sin profundizar y usa una cantidad de efectos especiales retóricos para despertar la emotividad y hacerle creer a la audiencia que lo que está diciendo es de suma importancia, tiene un alto número de televidentes que lo siguen, porque ayuda estar en Univisión, y porque lo barato y fácil hoy en día se vende como pan caliente. Es uno de los signos de nuestra época. En tiempos cuando la cocaína y el reggaetón son populares, que alguien alcance popularidad en un medio masivo de entretenimiento e información no quiere decir mucho. Vivimos en tiempos altamente devaluados.

Así pues, cosa insólita, Maduro le concedió una entrevista a Ramos. El hecho destaca que la salud mental del mandamás venezolano atraviesa una zona de grave crisis, de la que a esta altura no hay retorno. Delira hasta en sus decisiones menores. Los manotazos del náufrago, son ahora los de un ahogado con el agua a la altura de la nariz. Además, destaca que perdió por completo el sentido común, si es que alguna vez lo tuvo. En la entrevista reaccionó mal, perdió la calma (un presidente nunca puede perderla con un periodista), terminó la entrevista con el mexicano antes de tiempo, y le secuestró el equipo de filmación y el teléfono. Otro error convertido en horror. Los allegados a Maduro, dicen que el asunto no fue tan grave como lo presentó el periodista, no sé, pero el hecho ocurrió y nuevamente la libertad de prensa fue vapuleada. ¿Qué necesidad tenía Maduro de concederle una entrevista a un periodista que informa para un canal caracterizado por una programación detestable, por su bochornosa insistencia en vender chatarra a la población hispana de Estados Unidos, un periodista, además, que no se caracteriza por tener conversaciones profundas con presidentes, como las que tienen los corresponsales de la BBC?

Lo terrible del hecho, que pronto se perderá en el olvido, pues en Venezuela están sucediendo cosas más terribles que una entrevista terminada antes de tiempo, es que ni la lucha a favor del regreso de la democracia, ni el periodismo, han salido ganando con el episodio. Por el contrario, Maduro tiene ahora otra excusa para instigar aún más a sus seguidores y decirles que la campaña en su contra está orquestada en Estados Unidos.

 

 

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